Por Camila Nasir
Es el típico yo estuve ahí.
Los usuarios sacan de inmediato sus celulares para enviar imágenes en directo a las redes sociales, un reflejo que responde a la necesidad de contar lo visto, formar parte del acontecimiento y compartir las emociones.
Natalia Laría, Socióloga del Senado de la Nación, explica que “Desde esta disciplina entendemos dichos comportamientos como la necesidad de compartir vivencias, ya que es a través de las redes que sentimos que conocemos y existimos. Desde esta perspectiva, lo registrado y compartido en las redes sociales constituye nuevas formas de comunicación social, que modifican y redefinen las prácticas culturales existentes”.
Muchas veces las situaciones de la vida cotidiana que se filman y publican en las redes tienen un doble efecto en quienes consumen el contenido. Natalia afirma que “la sobresaturación de imágenes de violencia y conflicto suelen producir una sensación de temor con respecto a la sociedad y quienes la conformamos. Este tipo de sentimientos pueden provocar aislamiento y negación de las diferencias, generando espacios de intolerancia que dan lugar a fenómenos de violencia o discriminación”.
Por otro lado, en una investigación local realizada por Admix360 a usuarios de smartphones y redes sociales, los encuestados afirmaron que prefieren filmar o fotografiar momentos que tengan que ver con sentimientos de alegría y felicidad. Tal es así el caso del video que registra a un niño autista que asiste con su padre al recital de su banda favorita. Los usuarios de las redes explotaron los portales de las plataformas con el video que fue compartido y reproducido más de 2 millones de veces.
La doble cara de la privacidad.
Es delgada la línea entre la vida pública y privada. Los encuestados aseguran que se sienten más cómodos siendo quienes filman y no los filmados, ya que a pesar de consumir y buscar videos para informarse y divertirse, consideran que su privacidad y la de los demás se ve amenazada cuando se graban hechos cotidianos. En relación a esto, Natalia explica que “el exceso de información y consecuente virtualización de la realidad refleja nuevas formas de comportamientos sociales, a través de los cuales los usuarios expresan su deseo de conocer y pertenecer. La interacción virtual construye nuevas identidades colectivas, lo que lleva a distorsionar la visión de la intimidad y la línea que divide lo público y lo privado. Los contenidos que circulan en las redes expresan lo que los usuarios desean comunicar. Qué comunicamos, cómo lo hacemos y cuánto respetamos nuestra privacidad y la del otro, es de vital importancia en la construcción social que hacemos de la realidad”.
El mundo de hoy se sumerge en una gran controversia, ¿Vivir la vida de uno o filmar la del otro?, ¿Velar por la privacidad o compartirlo?, un pretencioso dilema que define la era de los smartphones.